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Cómo las malas decisiones vienen de anteponer la respuesta a la pregunta

Lo que te explicaré en este artículo no es nuevo para ti, de algún modo ya lo sabes. Si tú no lo supieras ya yo tampoco lo sabría, pero ahora podemos recordarlo juntos. Puedes llamarlo pasos o reglas. Cuando sean pasos significará que se tratan de ideas con las cuales sientes cierta atracción pero sin una comprobación. Cuando los llames reglas, será señal de que lo has practicado y ahora se han convertido en hábitos para ti.

Tal vez sientas que tomas decisiones de vez en cuando (casarte, comprar un piso, tener u hijo, hacer un viaje…) pero en realidad estas tomando decisiones a cada minuto. La suma de todas tus decisiones anteriores es este día, tu situación actual y tus circunstancias. Tu día no transcurre al azar, todo sigue la ley de causa y efecto.

El auténtico problema al tomar decisiones es que primero decides qué tienes que hacer, y después buscas justificaciones a esa decisión. Pero vamos a revertir este proceso para decidir correctamente.

Primero vamos a preguntar que es lo que sientes que debes hacer, después puedes buscar justificaciones para tomar esa elección (aunque en realidad no son necesarias ya que elegiste lo que sientes que tienes que hacer), y finalmente decides y actúas sin cuestionarlo en absoluto, sin mirar atrás, sin preguntarte si has tomado la decisión correcta. Recuerda que no hay resultado correcto ni equivocado, sino creencias que lo valoran así.

“Hoy no tomaré ninguna decisión que tenga que tomar sino que sienta que quiero tomar”, esta es la primera regla.

Pregúntate: ¿qué clase de día querrías para hoy? ¿qué emociones quieres sentir? ¿qué deseas experimentar? Y cuando tengas las respuestas afirma para ti en silencio: “Si no tomo las decisiones que tengo que tomar sino las que siento que quiero tomar esta es la clase de día que tendré”.

Por desgracia muchas decisiones desafortunadas se toman sin hacerse esas preguntas, son decisiones sin preguntas tales cómo: ¿cómo me sentiré cuando haya tomado esta decisión? O ¿desde donde decido: desde el amor o desde el temor?

Toda decisión suscita preguntas, pero cuando se responden con juicios y no con preguntas empiezan los problemas.

Segunda regla: “¿es esta la única manera de ver esto? Quiero ver esto de otra manera”.

Somete tu decisión a esta pregunta de confirmación o validación antes de actuar. A menudo verás opciones que antes no veías; y si no ves ninguna alternativa, es que no estás mirando la situación correctamente, vuelve a la regla uno. Pide ver tu dilema de otra manera. Con pedir es suficiente para que acedas a otras perspectivas. Pero es preciso que este dispuesta de verdad a ver de otra manera. Piensa que tal vez hay otras maneras de ver la situación, ¿qué puedes perder con pedirlas?

Vayamos a la tercera regla: “Como nadie puede tomar elecciones por su cuenta, hoy no tomaré decisiones por mi cuenta”.

Cuando lo tengas claro y lo aceptes, tendrás una gran paz interior. Y la razón de esta tercera regla se debe a que siempre decidimos junto al temor o junto al amor, por eso nunca estas sola ante tu decisión: o bien te acompaña el amor o bien te acompaña el temor, y en base a uno de ellos decidirás.

Cada minuto de tu vida elijes amar o elijes temer. No tienes otra elección ni otra alternativa.

Si no tomas ninguna decisión por tu cuenta, y elijes que el amor hable por ti, aquella es la clase de día, de experiencia y emoción que tendrás. Lo que elegiste ante de decidir, porque te hiciste una pregunta antes de decidir, porque en realidad nadie decide nada por su cuenta: el amor o el temor lo hace.

Y no quisiera cerrar este escrito sin una revelación cuántica que tal vez pueda sonar inquietante para alguna lectora pero creo que la mayoría se alegrará de recordar que: “tus decisiones son tanto para ti como para el mundo”.