La importancia de llevarse bien con el jefe (o tendrás que ser tu propio jefe)

Al observar a las organizaciones como sistemas sociales -cuyos elementos esenciales son, obviamente, las personas- es imposible pasar por alto el hecho de que todos sus procesos dependen absolutamente del entramado de relaciones interpersonales que se crean, formal e informalmente, dentro de los mismos.

Cuando estas relaciones -simétricas o no- se entablan desde el diálogo y la búsqueda de consenso, no sólo propician el cumplimiento de los objetivos personales y organizacionales sino que también los enriquecen. Los buenos administradores tienen muy en claro que, para que esto suceda, deben alinearse ambos objetivos en una misma dirección.

Al hablar de relaciones simétricas, se está haciendo referencia a las relaciones interpersonales entre pares. En el caso de las relaciones asimétricas, en cambio, el foco está puesto en las relaciones entre personas con distinto grado de autoridad o poder. Éste es el caso -por supuesto- de las relaciones entre jefes y empleados, punto neurálgico del presente artículo.

Relación entre jefes, subordinados y clima organizacional

El vínculo entre el jefe y empleados constituye una de las más importantes variables en el análisis del clima organizacional.

Ahora bien; ¿qué es el clima organizacional? Ni más ni menos que la construcción multidimensional determinada por procesos tales como liderazgo, poder, comunicación y otros -íntimamente ligados al concepto de motivación- que configuran lo que más comúnmente denominamos «ambiente de trabajo».

Diversos estudios han demostrado que las buenas relaciones entre jefes y subalternos refuerzan el valor que las organizaciones confieren al capital humano. Estas buenas relaciones aumentan -además- el compromiso y el bienestar del personal, por lo que el cargo de “jefe” es indudablemente uno de los papeles principales dentro de las mismas.

Empleado vs. Jefe: el conflicto

Cuando las relaciones entre jefes y empleados no son las ideales, el problema puede analizarse partiendo desde distintos ángulos. Desde la figura del jefe, es posible identificar las siguientes causas de conflicto:

  • Comunicación incompleta: esto sucede cuando se escucha al empleado, pero no se lo dirige, o bien cuando se emiten órdenes sin escuchar en absoluto a la otra parte.
  • Efectos colaterales: confusión, disminución de la productividad, sentimientos de rencor.
  • Falta o exceso de control: tanto la falta de control -para evitar que los empleados se sientan presionados- como el exceso del mismo -en la búsqueda de resultados extraordinarios o por simple arbitrariedad- perjudican notablemente las relaciones entre jefes y empleados.
  • Efectos colaterales: miedo a presionar excesivamente a la gente, miedo a perder amistades dentro del equipo de trabajo.
  • Delegación a medias: en ocasiones, los jefes asignan responsabilidades sin delegar la autoridad correspondiente, o viceversa.
  • Efectos colaterales: incapacidad para la toma de decisiones, no reconocimiento del empleado por parte de sus pares, confusión.

Para redondear este análisis debería determinarse, además, si el jefe sigue un criterio de conducción orientado a las tareas -que lo llevará a ejercer el mando con claridad y supervisar muy de cerca a sus empleados- u orientado a las personas, que lo hará oficiar de guía y apoyo de sus subordinados y lo definirá, seguramente, como un hábil negociador.

La definición de estos criterios -que pueden combinarse sin ningún inconveniente- contribuyen a establecer el verdadero estilo del jefe: directivo, persuasivo, participativo o delegativo.

Ahora, si el análisis parte desde la actitud de los empleados, habrá que tener en cuenta el grado de alistamiento del personal y las tipologías consecuentes:

Grado 1: empleados que no saben o se sienten inseguros, o bien no predispuestos.
Son personas con baja disposición y baja capacidad.

Grado 2: empleados que no saben, pero que se tienen confianza y se encuentran bien predispuestos.
Son personas con alta disposición y baja capacidad.

Grado 3: empleados que saben, pero sienten alguna inseguridad o no están predispuestos.
Son personas con baja disposición y alta capacidad.

Grado 4: empleados que saben, se sienten confiados y, además, están predispuestos.
Son personas con alta disposición y alta capacidad.

Cuando logran conciliarse ambos enfoques -desde el punto de vista del jefe o desde el punto de vista del empleado- entonces puede comprenderse mucho mejor de qué forma posicionarse correctamente en el rol que a cada uno le compete.

Algunas recomendaciones de importancia

Una vez realizado un objetivo y honesto análisis de roles en busca de los verdaderos perfiles de jefe y empleado es posible, ahora sí, considerar algunas recomendaciones para llevarse bien con el jefe.

En general, puede afirmarse que el buen clima laboral dependerá de construir -entre todos los actores- un ambiente de trabajo en el que prime el diálogo, la escucha activa y una comunicación fluida, abierta y respetuosa.

Desde el campo de la inteligencia emocional se sostiene que el contacto cara a cara es indispensable y jamás debería ser reemplazado por la tecnología. Las reuniones, por lo tanto, constituyen una herramienta eficaz para propiciar el contacto personal y las buenas relaciones.

Dicho esto, las recomendaciones prometidas:

  1. – Aprende a controlar tu estado de ánimo: recuerda que te encuentras en el trabajo; tu energía debe enfocarse en el cumplimiento del proyecto organizacional.
  2. – Entiende que tu jefe, tal como es, es un ser humano. Puede agradar o no, pero ambos están embarcados en el logro de objetivos superiores a los personales. Trata de descubrir sus virtudes y no solamente tus defectos o debilidades.
  3. – Demuestra en todo momento tu proactividad; seguramente, es uno de los rasgos por los que te han tomado para su actual puesto de trabajo. La iniciativa, cuando viene del lado del empleado, es una actitud que llama la atención y acrecienta la estima.
  4. – Sé honesto y compórtate profesionalmente en todo momento. Una respuesta profesional es el mejor argumento ante una eventual interpelación. Por supuesto, también solicita -llegado el caso- la guía o el asesoramiento de tu jefe de manera profesional, con altura.
  5. – Nunca olvides que al aceptar un puesto de trabajo estás aceptando también la autoridad de tu inmediato superior. Esto es lo que se denomina un correcto posicionamiento de rol.

Y recuerda: la manera de llevarte muy bien con el jefe es ser tú mismo tu propio jefe.

Prueba a vivir sin jefe.

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